El Rincón de Carmen

"El traslado del Hospital va a ser una revolución para la ciudad"

 

"Este año les pido a los Reyes un parche para los colegios que lo necesitan, como el que lleva mi nombre en La Corredoria"

08.12.2013 | 02:56
 

Carmen Ruiz-Tilve, ayer, en LA NUEVA ESPAÑA.



En su mayoría de edad, dieciocho años después de que se publicara el primero, los "Pliegos de Cordel" en los que Carmen Ruiz-Tilve va registrando la historia menuda y cotidiana de la ciudad y que LA NUEVA ESPAÑA publica semanalmente, llegan a las librerías en una nueva recopilación, que abarca los artículos de los años 2006 a 2009. El volumen, con una ilustración de Pablo García en la portada y fotografías de Francisco Ruiz Tilve, el padre de la autora, en el interior, está editado por Laria y se presentará en el Club Prensa Asturiana el próximo 26 de diciembre.

-Ha llegado a la sexta recopilación de "Pliegos de Cordel".

-Había tomado la decisión de no sacar más porque me parecía que podían acabar apestando, pero resulta que hay mucha gente que los recoge, porque tienen datos, así que lo pensé bien y saqué el libro con estos cuatro años. Ya tengo pensado sacar el resto, en otro volumen. Este libro, por dentro, es Oviedo. Son aspectos menores y cotidianos. Yo no soy historiadora, sólo cumplo con lo que se supone que es ser cronista de una ciudad. No adulo ni ataco a nadie y lo que soy realmente es una gran lectora.

-No debe ser fácil mantenerse imperturbable ante la realidad.

-Yo siempre tome como máxima no adular ni atacar, y creo que lo cumplí. No hago cotilleos, me aburren muchísimo. Eso sí, como soy profesora de didáctica en mis artículos siempre hay una pequeña enseñanza para quien la sepa encontrar.

-Son dieciocho años de "Pliegos".

-Los "Pliegos" nacieron porque junto al edificio de LA NUEVA ESPAÑA talaron un cedro. Empecé haciendo dos a la semana. Algún día habrá que poner fecha de caducidad a los "Pliegos", porque me molestaría saturar al lector. Sé que tengo lectores, y muchos jóvenes, así que hay una generación de repuesto y es que Oviedo, pienso yo, es una asignatura que siempre está pendiente. Lo que más me cuesta es encontrar la idea.

-¿De dónde las saca?

-Tengo muchísimos libros. La gente dice que me los dejó mi padre, pero mi padre no me dejó ningún papel, sólo la curiosidad. Por la calle veo gente que está pidiendo a gritos que le escriban una novela y, por cierto, tengo una sin acabar.

-La ciudad va cambiando.

-Ya no hay gatos. Yo mantengo que el símbolo de Oviedo debía ser un gato rampante. Esos sí que lo saben todo de la ciudad. Pero no hay gatos y no sé donde han ido porque ratones sí hay. En Santiago de Compostela siguen abiertas las tiendas antiguas, y en Madrid, en lugares perfectamente vivos.

-¿Una parte de Oviedo se muere?

-Muriendo no, viviendo pero como una ciudad moderna, como un Oviedo que desprecia lo antiguo. Hay gente que tiene la sensación de que en Oviedo todo está detenido en "La Regenta", pero aunque quede algún poso de aquello la ciudad está viva. En Oviedo hay espacio para una ciudad clásica y moderna, a la vez.

-¿Cómo imagina Oviedo dentro de diez años?

-No me la imagino decadente, aunque todo depende de la economía. La ciudad está teniendo bastante garbo. Veo tiendas nuevas, que dan mucha esperanza, y una ciudad pujante. Hay que hacer un esfuerzo por comprar en las tiendas de barrio, siempre lo digo. El encanto no está en la belleza absoluta. Oviedo no es Salamanca, ni falta que le hace. Y volviendo a la pregunta sobre cómo veo Oviedo dentro de diez años, que no sé si lo veré, pues diré que como una ciudad para vivir. Con la globalización Oviedo es un buen sitio para vivir, toda Asturias. Es una ciudad preciosa, con una luz maravillosa cuando las nubes nos hacen el favor de levantarse, y en la que cabe gente muy variada.

-Hay interés institucional por sacar partido del turismo religioso.

-Oviedo es la cuna del Camino de Santiago. No supimos sacarle jugo, Galicia sin embargo hizo un emporio de la peregrinación. Hay que revitalizar el Camino de Santiago, que es santo y bueno. Ahora la Cámara Santa, por las obras, está vacía y da dentera pensarlo. En Oviedo hay varios paseos de belleza, uno es a la Cámara Santa o simplemente a la Catedral.

-¿Los otros?

-Entrar en el Museo de Bellas Artes, sin prestar mucha atención a la reforma, hacerlo por una puerta y salir por otra, tiene muchos recovecos.

-¿No le gusta la reforma del Bellas Artes?

-Me da muchísima angustia ver cómo desaparecen las casas de la Rúa, llenas de verdín y para nada. Y otro paseo de belleza es el Campo San Francisco, un regalo de puro romanticismo.

-¿El traslado del Hospital cambiará la ciudad?

-Va a ser una revolución para la ciudad, es pasar el mundo del Cristo a las antípodas, lo que cambiará el urbanismo, los negocios... Es un cambio importante, por la fragilidad de lo que se trata, y que está creando unas enormes expectativas de cambio económico.

-Usted organiza las conferencias de la SOF (Sociedad Ovetense de Festejos).

-Yo conservaba los libros de los ciclos de la SOF de los años sesenta y setenta y ahora también los organizo yo, cuatro conferencias por temporada en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Son de lo más variado y no pido títulos a los conferenciantes, sólo que conozcan en profundidad algún aspecto de la ciudad. Tienen un público fiel y al final de cada temporada se editan en un libro.

-¿En qué consiste ser cronista de una ciudad, como usted?

-No me dieron ninguna directriz. Tengo los ojos muy abiertos, sin prejuicios y procuro acudir a todos
los actos que son interesantes para la ciudad, y escribo aunque nadie me dijo que tuviera que hacerlo.

-¿Sigue siendo la única mujer entre los cronistas de ciudades españolas?

-Hay más en el Sur, pero no en ciudades ni capitales de provincia. Cada año hay un congreso de cronistas y el que viene será en Oviedo. Yo considero que Oviedo es una bella desconocida. Hay muchos tópicos de Oviedo: que es muy oscura, que llueve mucho, que si la gente... ¡Pero si los ovetenses somos unos cielos!

-Se ha unido en sus reivindicaciones a las familias y la comunidad educativa del colegio de La Corredoria que lleva su nombre.

-Mi cole es una de las mayores alegrías que yo, que vengo de una familia dedicada a la enseñanza, he recibido, y me hace verdadero daño ver mi nombre en las pancartas. Los niños sólo tienen una infancia y no hay vuelta atrás. No hay infancia de repuesto, por eso hay que defenderlos. Y esto es lo que yo les pido a los Reyes este año: un parche en los colegios que lo necesitan.
 
 
 
 
CARMEN RUIZ-TILVE Cronista oficial de Oviedo, cumple diez años en el cargo

Chus NEIRA


Carmen Ruiz-Tilve (Oviedo, 1941) cumple hoy diez años como cronista oficial de Oviedo, un cargo al que llegó, «sin pedirlo y sin buscar apoyos», y tras el inesperado fallecimiento del periodista Manolo Avello en el mes de abril. «A día de hoy», dice ahora Ruiz-Tilve echando la vista atrás, «todavía no sé si me interesa o no ser cronista. En este tiempo nadie me dio ninguna consigna, nadie me pidió nada, igual pude estar un poco desorientada, pero no fui la cronista de ningún alcalde, fui la cronista de la ciudad».


-¿Cómo fue aquel 4 de septiembre, qué recuerda de su nombramiento?


-Como en todo, hubo dimes y diretes. Me consta que hubo campañas y alguna en contra mía, porque estaba como en la terna. Yo no había pedido nunca nada, pero es verdad que Avello me decía siempre que cuando él faltara tenía que ponerme yo. Luego se reunió una comisión de sabios, creo recordar que con Buylla, Manzanares, Emilio Marcos y Nacho Ruiz de la Peña. El día 4 me lo comunicaron y el día 12 hubo un acto muy bonito en el salón de plenos y una comida en Trascorrales a la que asistieron todos los cronistas de Asturias. Algunos ya nos faltan, es una pena, porque nos prometimos juntarnos una vez al año, y aunque lo cumplimos alguna vez, al final dejamos de hacerlo. No sé por qué, pero por el Norte somos un poco iconoclastas; de Madrid para abajo se da una importancia enorme a los cronistas. Por cierto, que sigo siendo la única mujer cronista de una ciudad grande. Y eso me gusta.


-¿Qué pauta ha seguido para ejercer este cargo? ¿Cuál es el modelo?


-Lo he ejercido sólo con mi criterio. Me siento testigo del tiempo y de la ciudad. Por otra parte, procuro ir a todos los actos y leer todas las cosas. Pero lo mismo que hacía antes de ser cronista. Porque Oviedo da para muchísimo. Hay mucho sin hacer y quedan muchos huecos de la memoria que llenar.


-Le ha ido bien, no ha sido un cargo polémico como ha sucedido en otras partes.


-A veces tenía miedo, pero yo nunca he personalizado. Trato de no atacar y de no defender a nadie. Hago lo que hago. Sólo dos o tres veces he recibido cartas de protesta por alguna cosa, firmadas por nombres que creo que eran inventados. Unos anónimos. Pero, bueno, fueron protestas que yo consideraría mínimas.


-¿Y dice que De Lorenzo nunca se metió en sus labores?


-No, nunca. Y quizás hubiese agradecido algún tipo de consigna indirecta, no partidista, no, algo para no estar perdida. A veces me dicen que soy una cronista desperdiciada. No lo sé. Creo que soy ovetense como la que más, tengo verdadera afición por la ciudad. Escribo desde antes en LA NUEVA ESPAÑA, pero seguí haciéndolo después del cargo, y con una sección nueva que yo inventé. Hubo otras cosas, como volver a lanzar las conferencias de la SOF de los años sesenta y setenta, que tienen muchos adeptos porque la gente de Oviedo sabe muchas cosas sobre su ciudad, pero quieren saber más.


-También participó en aquella comisión sobre el «callejero franquista», cuyas conclusiones nunca acabaron de aplicarse.


-Yo le dije a Gabino que lo guardara en un cajón. Creo que en su momento era algo prematuro. El callejero está desequilibrado, había que esperar a ver qué se iba haciendo, pero no poner dos nombres como Fernando Alonso y Samuel Sánchez. Al final no se correspondió con el resultado. Pero en la comisión se trabajó mucho y bien, mirando las fechas y los motivos de los nombres, y hubo que templar muchas gaitas por las personalidades de los participantes. Pero mi oficio me preparó para eso, entre otras muchas cosas.


-¿Decepciones?


-El museo de la ciudad, que quedó en nada. Yo sí tenía esa ilusión, porque hay dos museos interesantísimos que creo que pueden ser ejemplo. Uno es el de Bruselas, que podría ser de nuestro tamaño. Y otro es el museo de Barcelona, aunque, claro, los catalanes nos llevan años de ventaja en divulgación cultural. Yo pensaba que un museo de la ciudad tendría que tener su raíz en el Archivo municipal de Oviedo, con nuestra extraordinaria archivera Ana Herrero. Pero dejé caer la idea y tampoco prosperó.


-¿Qué más le preocupa?


-Muchas cosas. Por ejemplo, la ciudad parece que tiene la idea de que todo tiene que ser céntrico. Oviedo necesita desde la Guerra Civil, desde el «plan Gamazo», un recinto ferial. Se resolverían varios problemas como el de las barracas, que recuerdo cuando eran aquí (dice señalando la zona que hoy ocupa la plaza de la Gesta). O lo de tener conciertos en la Catedral, para desesperación del deán. Hay que abrirse a otros sitios. Por ejemplo, no tiene sentido que todas las ferias tengan que ir al paseo de los Álamos, machacando ese mosaico que a algunos nos preocupa.


-¿Qué le parece el estirón que han dado los nuevos barrios?


-Estoy muy contenta con los nuevos barrios. Hubo un Oviedo de barrios populares y muy antiguos, Actualmente, los barrios nuevos se hacen con generosidad, son alegres, con espacio, bien diseñados. Otra cosa que me parece muy bien son las fiestas populares de los barrios de la ciudad, que estaban desaparecidas y ahora se están recuperando.


-Usted siempre se ha quejado mucho de las pérdidas, de «doña Piqueta», como suele escribir.


-Es que siento mucho que se vayan perdiendo cosas. Me gustan mucho el urbanismo y la arquitectura, y vi perderse mucho, en Oviedo he visto desaparecer muchos edificios. Mire los huecos en la plaza de la Catedral, junto a la capilla de la Balesquida. Ahora hay un plan de rehabilitación de edificios antiguos, pero no creo mucho en eso de dejar sólo una teja y cambiar el resto. Y vi perderse mucha vida comercial. Oviedo siempre fue una ciudad comercial, en la que venían todos a la capital a comprarse una gabardina en Los Chicos. Pero hoy Los Chicos no existen y las gabardinas no se llevan. Sucede en todas partes, lo sé, pero esa desaparición del pequeño comercio es más galopante aquí. Se pierden cosas como La Más Barata, una mercería que nadie echa de menos. Esas cosas me parecen lamentables. Entiendo, de todas formas, que todo ese pequeño comercio tiene que ser finalmente engullido por las fauces de los nuevos comercios, que no podemos seguir con el modelo de calle Uría donde la gente, cuando no había cine ni otra atracción, iba a ver escaparates. El mundo cambió, pero espero que se mantenga el espíritu de la ciudad, también su talante, su humor, la ironía ovetense. En todo caso, no soy nostálgica, simplemente constato las cosas.


-¿Y a los ovetenses? ¿Cómo ve a las nuevas generaciones?


-Sé de mucha gente joven que tiene amor a la ciudad. Pero no a ese Oviedín del alma sensiblero que no es nada transitivo.


-¿Qué le parecen las reivindicaciones sobre actividades culturales?


-En Oviedo hay vida cultural, pero se echan de menos cosas. El teatro, por ejemplo. A Oviedo vino muchísimo teatro, teatro de altura. Ahora no lo hay. También hace falta una sala de exposiciones pública. Estaba el Café Español y algo se disfrutaba. Sólo nos queda la plaza del pescado como símbolo del cambio de vida, porque ahora ya no se dan comidas allí.


-¿Qué le pareció la salida de Gabino de Lorenzo de la Alcaldía después de veinte años?


-La gente está contenta. Se notó como un alivio. Oviedo parecía estar muy identificada con él y hubo un momento en que parecía que iba a ser eterno. Pero durante mucho tiempo se notó una auténtica devoción con De Lorenzo.


-¿Qué le parece Caunedo?


-Es una persona joven con ideas nuevas, no es la prolongación del brazo de Gabino de Lorenzo. Está planteando una nueva época. Es como cuando en una casa cambia la gente y se cambia la decoración. Como el gesto de quitar la alfombra del salón de plenos para que se viera ese mármol precioso. Está muy bien. Y es un ejemplo palpable de otros cambios.


-¿Cómo se ve en su cargo dentro de otros diez años?


-No sé. Ser la cronista es un poco desdibujado, sin privilegios y sin obligaciones. No sé si pondrán a alguien cuando falte, pero tener un cronista es un chollo para la ciudad.

«Quitar la alfombra del salón de plenos está muy bien, es un ejemplo palpable de otros cambios de Caunedo»

«Hay mucha gente joven con amor por la ciudad, y no me refiero a ese Oviedín del alma sensiblero, nada transitivo»

«El mundo cambió, pero espero que se mantenga el espíritu de la ciudad; también su talante, su humor, la ironía ovetense»

Fuente: La Nueva España
Fotografía de Julián Rus